Escuchar y no insultar
¿Quién tiene el rol de decidir qué es democrático? ¿Es democrático callar al oponente?
De todas las declaraciones que escuchamos desde Davos, me quedo con una: “Deberíamos ser más respetuosos con nuestros conciudadanos”. La frase es de Jamie Dimon, CEO de JPMorgan. Es una de las partes de su declaración menos repetida por otros medios, que prefirieron enfocarse, no sin un tono de escándalo, que uno de los banqueros más poderosos del mundo dijera que hay que reconocer que Donald Trump había acertado en algunos puntos durante su gobierno, como endurecer los controles migratorios.
Si se revisa la entrevista completa con CNBC, el énfasis de Dimon no fue elogiar a Trump sino cuestionar cómo los demócratas insultan a quienes votar por el expresidente. En su lugar, plantea, se debería entender por qué lo votan; y la respuesta es que Trump, en su estilo populista, ofrece acciones radicales para los temas que más les preocupan.
Las palabras de Dimon llegan en medio de un espíritu de alarma que recorre a la prensa estadounidense e internacional sobre el regreso de Trump a la Casa Blanca. No sólo por su triunfo en Iowa, o que el 43% de la población tenga una opinión favorable de él, a pesar de su gestión y todas las críticas y procesos judiciales. También este domingo, Ron de Santis bajó su candidatura para alinearse con Trump. Su única contendora por la candidatura republicana en Nikky Haley, pero Trump le lleva una ventaja de 54 puntos en las encuestas.
Lo importante de la declaración de Dimon es que puede aplicarse a cualquier otro país de Occidente. En Alemania, no sólo quien vota sino quien llega a expresar acuerdo con alguna idea de Alternative für Deutschland, el partido de derecha dura, es automáticamente “nazi”. Así como en Brasil todo el que apoyaba a Bolsonaro era parte del “ganado”; o en Chile quien no apoyaba las violentas protestas de octubre 2019 era “facho”.
Insultar al rival, aunque no deseable, es una práctica común en la política. Lo grave es que se ha ido normalizando cada vez más como algo normal y hasta deseable. Siempre en nombre de la democracia.
Fue en nombre de la democracia que CNN y MSNBC se negaron a transmitir el discurso de triunfo de Trump en las primarias de Iowa. La reportera de MSNBC incluso evitó decir su nombre y en su lugar dijo que “el triunfador ha comenzado su discurso”. El argumento implícito va más o menos así: “Todos sabemos que Trump es antidemocrático y dice mentiras y como defensores de la democracia no podemos darle tribuna”.
El argumento lleva implícita la idea, además, de que la gente no puede usar su propio juicio para decidir si creer o apoyar a quien escucha hablando en la pantalla. ¿Por qué no creerle a Trump y sí a la reportera de MSNBC o al periodista de CNN? ¿Cómo estoy segura de ellos son “mejores” que el político al que tanto critican?
Hagan el mismo ejercicio en Alemania, Argentina, Chile, Brasil,etc.. etc.. en cualquier país donde de repente el establishment decida que el nuevo actor es antidemocrático.
Democracia es “un sistema político que permite a los ciudadanos participar en la toma de decisiones políticas o elegir a sus representantes en los órganos de gobierno” (Oxford Dictionary). Es decir, es un sistema en el que el poder recae sobre la gente y ésta decide a través de su voto directo (como en los cantones suizos) o a través de sus representantes.
¿Cómo podemos conciliar esa definición con la acción de vetar partidos o políticos porque no se alinean con el discurso aceptado por el establishment? Si en la democracia la gente elige, cómo podemos decirle a ese porcentaje de la población que su voto no vale porque no es por la idea o el candidato correcto.
Aquí, en mi escritorio en Londres, puedo escuchar el contrargumento: No todas las ideas son iguales y válidas, debemos evitar que vuelva el fascismo, parar a un posible nuevo Hitler.
Hitler no habría tenido éxito si se hubiese atendido la hiperinflación y el declive económico alemán, agravado por las sanciones del Tratado de Versalles; y si las instituciones políticas hubiesen sido más fuertes. Pobreza, falta de perspectivas, inseguridad son todas condiciones que facilitan la aparición de déspotas con sueños de salvadores.
Por eso creo que Dimon tiene razón. En lugar de insultar a quienes votan por un partido o político determinado, por qué no nos preocupamos de escuchar y entender y reconocer que sus preocupaciones son reales y no sólo producto de ideas equivocadas o propaganda.